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→ Inma Grau, ilustradora
“La libertad creativa es una puerta que se puede abrir y cerrar”
El escritor Oswaldo Felipe y la ilustradora Inma Grau vienen de presentar Cuentos de las cinco menos cuatro, un libro ilustrado consagrado a las vocales
La última incorporación al catálogo de la editorial canaria Diego Pun Ediciones, Cuentos de las cinco menos cuatro, por fin sale a la luz tras un proceso de tres años. El libro, que acaba de ser presentado en el Centro Cívico Río Ebro de Zaragoza, está escrito por Oswaldo Felipe, conocido por su trayectoria en la compañía teatral PAI (Promotora de Acción Infantil). Además, cuenta con las ilustraciones de Inma Grau, quien trabaja en Lus3, su propio estudio de diseño gráfico. Se trata de una obra rocambolesca y disparatada compuesta por cinco historias, una por cada vocal. Las últimas páginas culminan con las reflexiones finales de sus dos autores y del escritor Ernesto Rodríguez Abad, uno de los editores de este volumen.
Después de Pica Gallina y Ata Bota, regresan a la editorial Diego Pun. ¿Cómo ha sido este reencuentro?
Oswaldo Felipe: “Inma y yo no habíamos vuelto a publicar nada juntos desde entonces, así que cuando arrancamos este proyecto lo primero que nos vino a la mente fue Diego Pun. Además de mantener muy buena relación con Cayetano Cordovés y Ernesto Rodríguez Abad, los directores de la editorial, solemos ir al Festival Internacional del Cuento de Los Silos, en Tenerife. Ellos han hecho que el proceso haya sido muy satisfactorio y fácil”.
¿Y qué tal es compaginar una relación profesional cuando existe un vínculo personal?
Inma Grau: “Lo hace todo mucho más sencillo. Fue en plena pandemia cuando se me ocurrió que él podía escribir una serie de cuentos, cada uno con una vocal, y yo ilustrarlos. Cuando tienes al otro autor cerca, puedes plantearle cualquier duda, compartir inquietudes y el trabajo es mucho más cómodo”.
O. F.: “Además, en lo más duro del confinamiento los dos estábamos sufriendo un parón laboral. Encontrar un proyecto común fue como emprender una nueva aventura. Al trabajar tan cerca, puedes compartir todo el proceso y sus altibajos”.
¿De dónde surgió la idea?
I. G.: “Ya había un texto escrito con la o, el de ‘Los pollos golosos’. Por eso pensé que sería una buena oportunidad extenderlo al resto de vocales y me ofrecí para poner las historias en imágenes”.
O. F.: “Algo parecido sucedió con Pica Gallina y Ata Bota. Nunca nos hemos propuesto hacer un libro como tal. Yo me dedico al teatro y a la narración oral, mientras que Inma es diseñadora gráfica. Nuestros proyectos nacen como la unión de esos dos mundos”.
Es un texto donde el ritmo y la rima invitan a la escenificación. ¿Es deformación profesional?
O. F.: “Completamente. En Ata Bota buscamos ese punto más absurdista, porque mientras aprendes a atar el cordón del zapato, hay una jeringonza que suena infantil pero que en realidad es muy enrevesada. Con Pica Gallina quisimos provocar ese mismo juego para que los padres y madres pudieran compartir risas con sus hijos mientras están viendo el espectáculo o leyendo en casa. En Cuentos de las cinco menos cuatro, la fórmula del juego se multiplica. Partiendo de un segmento de Artilogios, uno de mis espectáculos, extendimos el reto a las cinco vocales”.
Los lipogramas están llenos de limitaciones. ¿No les daba un poco de vértigo?
O. F.: “Lo bonito de las constricciones es que nunca sabes adónde te van a llevar. En el momento en que creábamos, no nos importaba si alguien iba a atreverse a editarnos. Para nosotros, era un juego del que desconocíamos su final”.
I. G.: “De hecho, empezamos con la letra u, que era la más limitante de todas”.
Sin embargo, se tiende a pensar en la libertad creativa como un espacio sin barreras.
O. F.: “En la PAI solemos decir que la libertad es una puerta que se puede abrir y cerrar a voluntad en el momento de imaginar. Lo divertido de las restricciones es que te sorprenden a ti mismo. Recuerdo que, al principio, cuando me sentaba frente al ordenador, me reía al comprobar los derroteros por los que me llevaba el lenguaje”.
¿No es frustrante jugar cuando las reglas son tan severas?
I. G.: “Para mí fue muy divertido porque cuando empecé a ilustrar partía de un texto que de por sí ya era muy surrealista. Eso me abre un campo de posibilidades y me permite dibujar a mi antojo. De hecho, yo misma me impuse otra constricción: que cada cuento tuviera el mismo número de páginas, para no dar protagonismo a ninguna vocal en particular. Al fin y al cabo, las restricciones te hacen pensar más y darle más vueltas, lo que se traduce en ser aún más creativos”.
O. F.: “En ningún momento del proceso apareció la frustración, a pesar de lo largo que fue. Es un lujo poder trabajar sin prisas porque eso te permite tomarte tus descansos, alejarte y volver a retomarlo con una actitud renovada”.
Por lo general, es el autor quien domina el lenguaje. En este caso, ocurre lo contrario.
O. F.: “Así es. La lengua fue el vehículo de creación de los cuentos. En español, existen más posibilidades con la a y con la e. Incluso estos últimos días, cuando firmamos ejemplares se nos ocurren algunas dedicatorias con estas letras. Las tres vocales restantes son otra historia… Pero estar supeditado al lenguaje es lo que enciende la chispa”.
I. G.: “En las ilustraciones yo también me esforcé por incluir solo palabras con la vocal en cuestión. En algunos casos, hasta creé de la nada imágenes que no aparecen en el texto. En la primera historia, Amaranta es una rana, aunque el texto no indica tal cosa en ningún momento”.
¿Por qué añadir un glosario y dos palabras panvocálicas al final de cada historia?
I. G.: “El glosario era fundamental porque al emplear un lenguaje tan limitado, se colaban palabras que incluso yo desconocía. Pienso que permite una lectura mucho más despreocupada tanto para padres como para los más pequeños”.
O. F.: “Las panvocálicas fueron el remate final para rizar el rizo. Funcionan como una explosión, un colofón. La ilustración refuerza justamente esa idea”.
¿Es más difícil hacer reír a los niños o a los adultos?
O. F.: “Aunque la risa siempre es bienvenida, con este libro buscábamos más causar sorpresa que cualquier otra cosa. Despertar el asombro provoca al lector. Quizás los adultos captan más las sutilezas, las complejidades del humor. Pero la risa de los niños es siempre más sincera porque está libre de prejuicios”.
Desde un ñu punkarra hasta un estrafalario viaje en tren. ¿Cómo fue crear estas ilustraciones?
I. G.: “No quería caer en una ilustración literal de los textos, pero sí trabajé las imágenes con cierto rigor. Por ejemplo, cuando dibujé el Everest me aseguré de hacerlo con la mayor exactitud posible. Claro que cuando el texto inventa, por ejemplo, un ñu zulú que no coge el bus sino que hace surf, lo interpreto como una invitación clara a saltarse las normas y a introducir elementos que en otra clase de cuentos no encajarían. Hay otros personajes, como la jirafa bailarina que hace kung-fu, para los que hice un estudio realista de cómo serían sus movimientos, pero que terminé descartando en beneficio de un diseño de personaje mucho más humanizado. Quizás eso es lo que genera tanta diversión”.
¿Es muy distinto trabajar en el estudio respecto a ilustrar un cuento?
I. G.: “Lo cierto es que sí. Para empezar, los plazos son muy distintos. Por otro lado, cuando trabajas en un proyecto ajeno el cliente es el que tiene la última palabra y los objetivos son muy específicos. Cuando ejerzo de autora de pleno derecho, puedo tomar mis propias decisiones y llevarlas a cabo hasta el final, sin pensar tanto en la finalidad del mensaje”.
¿Jugar para leer o leer para jugar?
O. F.: “Toda la vida me he preguntado eso mismo, no tanto desde el leer sino desde el contar. A mí me sirven las dos cosas. Muchas veces, es el juego por el juego y no le pido más. Pero cuando esa frontera se diluye, cuando deja de importar si estás leyendo para jugar o viceversa, sucede la magia”.
I. G.: “Otro elemento lúdico de las ilustraciones es que hay algunos objetos que se cuelan de una historia a otra. De cara a una segunda o tercera lectura, es muy interesante jugar a buscarlos todos y establecer esa relación”.
Si tuvieran que eliminar una letra del abecedario para siempre, ¿cuál sería?
O. F.: “Es una pregunta muy difícil. Tal vez la equis. Me parece muy cortante, la veo como unas tijeras”.
I. G.: “Desde luego no sería una vocal. Sí, quizás podríamos prescindir de las últimas… La equis, la y griega, la zeta”.
O. F.: “¡Pero la y es muy bonita porque produce nexos!”.
I. G.: “Bueno, se puede usar la i latina, que suena igual”.
¿Un titular monovocálico?
O. F.: “Trabajada alabanza a las palabras raras. ¿Te sirve?”.
Cuentos de las cinco menos cuatro estará disponible en librerías de Aragón a mitad de abril, y en el resto del territorio nacional a partir del 4 de mayo.
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